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jueves, 26 de abril de 2012

EL RECOVERO (Cuentos de los muchachos del Rincón)

  • EL RECOVERO


  • (Cuentos de los muchachos del Rincón)
  • 01112008







  • Desde el camino de Sevilla hasta los chozos, una vereda los unía por la espesa dehesa sin desbrozar en muchos años y ágiles cabras ponían la nota de color y movimiento, atentas a los silbidos del cabrero de “toda la vida” huraño ser, solitario,  y en cuyo vocabulario sólo cabían monosílabos y el más repetido, eterno y contundente ”ejem”.

  • En lo alto del cabezo, las tres chozas de mi familia: una para los puercos, gallinas, conejos y palomas además de toda la fauna festiva que por entonces teníamos los que no teníamos; la choza familiar donde dormíamos todos juntos  y hacíamos la vida; otra más pequeña servía para secar con fuego eterno “las chacinas”.

  • Siempre me pregunté-en mis cortas luces- porque la feraz dehesa no subía a lo alto del teso para aliviar el agobiante calor el estío. Tampoco lo pregunté y creo que nadie del poblacho sabría darme cumplida cuenta.

  • La vida era demasiado dura como para andar pensando en esas "zarandajas”
  • ¡Las cosas eran como eran y ya está!

  • Un calendario de “taco” que  puntualmente en Diciembre regalaba nuestro Jefe colgaba "renegrío" por el "jumo" de la choza-vivienda nos daba cuenta del paso de los días y las labores a desempeñar según las épocas.

  • Cuando se acercaba el sábado, mi estado de ánimo, que había ido subiendo a lo largo de la semana, llegaba a su apogeo; en realidad le pasaba a todos, pero a mí en particular por lo que referiré: hacia el mediodía desde el camino de Sevilla nos llegaba el acostumbrado sonido del carro del “recovero”; para otros chamarilero, buhonero o “apañaó”.

  • La mula vieja cansina enfilaba la última cuesta del teso hasta llegar al poblacho de bayón y barro balego animada por dos perrillos “careas” y la voz profunda y aguardentosa del viejo.

  • ¿Qué hay de güeno?-era su habitual saludo.
  • ¡Pos ná, como siempre!

  • Se iría al atardecer. Hasta entonces se discutía sobre los precios: ¿A cuánto los güevos? ¿Qué vale este peine? ¿Y, la orza  barro?
  • -Tu m´engañas.
  • - No, tú a mí.
  • ¡Jarto de caminos pa caé aquí entre tantos “jalamíos”, muertos de jambre! ¡A que no vendo una “jaba”! ¡Vaya día!

  • Comía con nosotros de gratis, pestorejo asado-duro- que pa eso tenía sus buenos dientes con lo viejo que era y algo de costillas “adobás” con garbanzos, que era el puchero del día, ¡y de toos!
  • Y ya, a la caida
  • de la tarde, recogía los “archiperres” y emprendía camino colina abajo cantando la misma “toná” de todas las semanas:

  • “Llevo en mi vida un calvario,
  • y miedo me da rezá,
  • porque te llamas Rosario”.

  • Yo lo esperaba en una encina convenida junto a la bifurcación del camino y allí
  •  –dos delincuentes- hacíamos nuestros “trapicheos”

  • En tiempo de bellotas, sacos; en noviembre, las castañas, pero lo que más rentable me era: los ocho, diez o doce huevos que había sisao durante la semana. ¡Pá mis vicios!-algo para la picadura de tabaco que era lo único que me interesaba para sentirme más hombre y si bajaba ese "disantos" al pueblo con mi cigarro liao me sentía el muchacho más macho de toda la plaza o sentía –o creía sentir- que las zagalas me miraban mejor, Cómo me ponía de orgulloso con mi “caldo gallina” en los labios y luciendo mi terno viejo pero limpio.

  • Semana tras semana, me fui haciendo más atrevido, mis padres constantemente ocupados en sus eternas tareas y yo, de vez en cuando a los “niares” de las gallinas. Uno o dos huevos, para que no lo notasen. A la tarde un paseo camino abajo y en el hueco de una vieja encina centenaria, los guardaba al abrigo de raposas y ginetas. En casa las idas y venidas a la encina no llamaban la atención; en la tarde yo vagaba mucho tiempo por la dehesa armado de mi tirachinas para llevar algo de carne a la olla, y además:
  • -Habrá ido a dar de cuerpo.

  • Hacia frío, había llegado diciembre con toda la crudeza que llega el invierno sobre todo para los pobres. En las noches cerradas, escarchando fuera, todos nos reuníamos en torno al fuego central. Me estaba invadiendo un agradable sopor después de la cena.
  • -Niño, ve a la cochiquera que la guarra está pa parí y lo que yo no tengo de cuerpo lo tienes tú de juventú.

  • Salí a la obscuridad de la noche a regañadientes y en zajurda todo parecía estar muy tranquilo; palpé a la puerca con precaución (escarmentado estaba de su mala leche), unos gruñidos y algo húmedo: uno, dos…diez. Había parido diez cochinillos.

  • ¡Padre, madre, corrí alborozado hacia la choza grande, la guarra ha parío ocho guarrinos rosaos y gordos que paece que estan criaos!

  • - Esa guarra-sentenció padre- nunca ha bajao de los diez cochinos. Así ha sío en los últimos cuatro años.

  • Antes de amanecer dos inquietas peladillas se escondían en los bajos de la encina encerrados en una fuerte jaula de jaras. Robaba algo de leche de la vaca y en mis paseos vespertinos se la daba como buenamente podía.

  • Llegaba la Navidad y la guarra día a día perdía a su prole hasta quedar solo con un macho que se haría verraco y la montaría para dar nuevos lechones. Mi padre mataba el cochinillo y al anochecer lo bajaba al pueblo y lo entregaba en algunas de las casas de los “pudientes” y de paso “se echaba unos vasos”.

  • Mis dos ejemplares crecieron deprisa, a salvo de peligros con mis atentos cuidados. Y, el viernes antes de la nochebuena apareció la cansada mula tirando del carro del recovero con la cabeza tan baja que parecía que se comía la tierra del camino. Nadie se pude imaginar la alegría que sentí al oírlo; vendería los lechones y se acabarían mis problemas de esconderlos.

  • Cuando se despidió después de hacer sus trapicherías, aguardé al buhonero en la encina que abrió los ojos como albercas al ver los gordos y sonrosados animales.
  • -¡Esta ve lo has hecho bien muchacho! Dos duros por todo incluidos los huevos.
  • -¿Dos duros? era más dinero de lo que yo había visto en mi corta vida.
  • Con dos duros, sería en rey de la plaza en las navidades : cohetes, golosinas, cigarros, y si acaso algo de vinate con los amigos.

  • Y, llegó la nochebuena. Algunos mozos solteros, recorrían los chozos del monte cantando con guitarras,  zambombas y panderetas esperando ser convidados por los labradores a dulces de horno y el típico anís. Me dejaron bajar al pueblo, pasee por los bares como un potentado, ¡Qué ganas tenía de que alguna moza se fijara en mí! Me chuleaba con mi terno viejo que mi hacendosa madre había limpiado y planchado con mimo para que me luciera.
  • Con la alegría casi se me hace tarde para la cena familiar, subía la mar de contento. Caía del cielo un aguanieves inclemente, pero yo no lo sentia; tenía la alegría comiéndome las entrañas, tenía ganas de cantar y así lo hice aunque me privé llegando al chozo para que no se dieran cuenta de mi estado.

  • El chozo, aparte de su fuego central tenía velas encendidas alrededor del interior ¡Qué vida daban para esta noche mágica! Castañas asadas en el rescoldo, tortilla de harina de bellotas, ensalada de berros de la fuente y en el centro de la humilde mesa una perola donde reposaba un enorme pollo tomatero que olía como siempre olía la comida que preparaba mi madre…!A gloria bendita!

  • ¡Y, yo que había comido gambas y jamón en el pueblo a cuenta de los dos duros de los cochinos!

  • En la paz de la cena, fuera, se desató la ventisca, los animales habían sido atendidos por mis padres antes de la cena y dentro cenábamos tranquilos en la choza caliente.

  • “Demos gracias a Díos nuestro Señor-arreó a la bota Padre-por los bienes que en este día nos prodiga; no penséis en los que tienen más que nosotros, pensar en los que tienen menos y así seréis más felices”

  • Todos le mirábamos atentos, yo, medio achispado casi reía.

  • “Bendita sea la mesa que Díos nos regala en esta noche especial”
  • Mis hermanitos tenían las manos juntas y el fuego iluminaba sus caritas sublimes y rosadas.

  • “Díos en infinita bondad, nos ha concedio un suculento pollo del corrá,  aunque lo tradicioná en esta bendita tierra es un cochinillo. La guarra parió los que estaban destinaos para los ricos del pueblo. Los dos que faltan-la guarra paría de diez pa arriba-los aplastó y se los comió. Por ello no hay en la mesa cochinillo este año, pero no pasa ná”
  • “Levantaos niños y demos gracias por la cena y brindemos por nosotros y por los que se están comiendo los cochinillos”

  • “Y, escucha Manué que antes de ser curas hemos sio monaguillos”
  • ¡Por tus hermanos! Y levantó la bota de vino.
  • Y en un aparte:
  • - Yo, ya te he perdonao, pero pide a Díos que te perdone por usá lo que tuyo no era, porque era de toos los tuyos, de estos que están aquí,  y de lo que a toos los tuyos has privao.

  • No cené, salí de la choza a la ventisca. Los gruesos goterones se fundían en mi cara con las lágrimas.
  •                                                Marcial-Jesús Hueros Iglesias.  Noviembre 2.008


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