LA
LEYENDA
DE LA
FUENTE
-!Joé, que caló hace!
Era la frase más común en aquellos días de mediado el verano. En el Rincón, el calor sofocante había agostado hasta los arbustos más resistentes; durante días, no refrescaba ni por la noche y ni la más mínima brisa se atrevía a aparecer y entre las fuertes temperaturas y las nubes de mosquitos la vida se hacía prácticamente insoportable.
Los tres muchachos, el "cuatreme", el "jaco" y el "pitorra" se bañaban desnudos como siempre en el río, después de haberse metido vestidos y dejando secar la ropa en el lecho caliente de guijarros con lo cual, le daban un repaso de limpieza que las prendas, de hablar, lo hubieran agradecido. Salieron y se secaron a la sombra de los chopos que llegaban hasta la misma orilla y como a pesar de haberse visto desnudos desde niños, las bromas versaban siempre sobre lo mismo.
-!Jaco! ties más pelos que un caballo percherón y por eso te pican tanto los pínfanos, s´enrean en los vellos como no puen escapá pues, pica que te pica.
-!Cállate, enano!- el "cuatreme" era un apócope de "cuatroemes" (medio metro mal medío)
No tardó el calor en secarlos completamente y sentados en tocones viejos, echaron unas cartas con la cochambrosa baraja que siempre llevaban consigo para matar los ratos libres, que pocos eran.
Casi nada tenían que agradecer a la naturaleza los tres, pues hasta el mejor formado de los tres, el "pitorra" recibía ese apodo pues, como el ave del mismo nombre que tenía un enorme pico, su nariz era fuera de lo común.
-!Cúando el Rincón no güele a na es que el "pitorra" s´ha sorbío los mocos!
Pronto se aburrieron de la partida y se tumbaron en la escasa hierba que a la sombra de los árboles aún no se había secado.
-!Cuéntate algo "pito", que ties mu güena mano pa contá historias raras!
Y en verdad, tenía fama entre los chicos de los contornos de contar historias que a todos emocionaban, al saber captar muy bien la atención de cualquier auditorio.
- Os voy a contá la historia del tío Mateo, dicen que familia mía mu antigüa y es "La leyenda de la fuente del corazón sangrante", una leyenda que de siempre s´a escuchao por los montes de onde nacieron mis padres, allá por Alburquerque.
(Para poblar el Rincón de Caya (Vegas bajas del Guadiana) en la reforma agraria de la posguerra, se trajeron familias de diversos pueblos de la provincia donde como mérito principal, primaba el número de hijos. De ahí que la zona de nueva colonización con una de las mayores densidades de jóvenes de la nación)
"Las casas de aquel lado de la sierra, que llamaban "la zafra", eran de piedra berroqueña, primorosamente colocadas y ajustadas para darle la forma cuadrada, horma que llegaba hasta media altura. Apoyadas en ellas gruesos troncos que sujetaban haces de brezos y jaras, conformaban el techo del hogar. En el interior, una chimenea corrida de pared a pared albergaba el fuego, eje central de la vida hogareña.
De las vigas más altas se colgaban al amor del fuego, secándose al humo, la matanza, racimos de: chorizos, lomos, morcillas, salchichones...posijos de corteza de alcornoque eran los asientos que daban descanso a la familia. En el centro de la estancia, la pequeña mesa donde se comía y otras utilidades; al fondo unas viejas y raídas cortinas separaban los dos habitáculos destinados a albergar el sueño de sus moradores. Camas de colchón de retamas y gruesas mantas para el frío invierno".
Estaba pasada la Navidad y se esperaba, como siempre, con ilusión, la llegada del nuevo año, aunque aquí las celebraciones eran pobres y escasas. Las tormentas se habían sucedido tercamente en el último mes. Todas las tardes en los Riscos se abría el cielo, dejando caer oleadas de gruesos goterones fríos, cordadas húmedas iluminadas por los continuos fogonazos de los relámpagos. Mucho frío en las noches y carámbanos en los charcos al amanecer. Dentro de la casa de piedra y monte, los tueros gruesos de encina ardiendo daban al ambiente una tibieza reconfortante. Interminables días sin salir al campo, atendiendo precariamente el ganado y añorando que el buen tiempo se presentase, por fin, algún día"
-Que bien habla el joío, paece de la ciudá-el "cuatreme" se rascaba intensamente la entrepierna.
-!Déjate ya, coño! que te vas arrancá un güevo!
"Allí, junto al fuego, zamarra en los hombros, cayado en las manos y mirada perdida más allá de las llamas de la lumbre... el tío Mateo, dueño de la casa en la que había acogido a su último vástago. En ella se casó y en ella nacieron sus tres hijos varones para orgullo del buen padre. Nadie sabía que pasaba por su magín, si es que pasaba algo. Hacía ya unos meses que su eterno ir y venir con el ganado, subir a la fuente, atender el huerto y todas aquellas tareas con que esclaviza el campo a quien lo ama, se había tornado en una completa apatía hacía todo lo que le rodease".
"Más alejados del fuego, el matrimonio, se sentaba frente a la vieja mesa con los restos de la escasa cena.
- Quico, tu padre ca día está peó, ya no se vale, tengo que jarcerle yo too; se pasa el día sentao a la lumbre y la cabeza la tié perdía. !Yo ya no pueo ma!, los niños chicos, la casa....menos mal que el "cali" m´ayuda argo en la güerta y tú tol día pal monte con los animales. !No pueo má, tenemos que jacé argo y...!es una boca má pa alimentá!
-!Pero es mi padre, Rosa...!
-Pos m´han dicho que las hermanitas de los ancianos desamparados, los acogen con cariño y los cuidan mú bien; los atienden y podremos dir a verle cuando vayamos de quincena al mercao.
-Rosa q´es mi padre y no ha querío a tos mucho y ha sufrió demasiao pa sacarnos adelante que no se merece que lo abandonemos. Nos decía que nos quería tanto, que siempre al amor de la lumbre, nos contaba una bonita historia que yo nunca t´e contao a tí:
"Dicen que por estos montes de la frontera vivían un padre y un hijo desde siempre mu uníos, pues el hombre quedó viudo pronto siendo el chavea harto pequeño"
Un día, el muchacho conoció a una bonita zagala de la que se enamoró hasta la locura:
-¿A quién quieres más en el mundo?- le preguntaba, coqueta, la moza.
-!Pos a ti ¿quién sino?
-¿Y, después?
-Pos a mi querido padre.
-Si tanto ices que me quieres ¿qué serías capá de jacé por mí.
-!tó!
- Si tanto me quieres, tú serías capá de traerme entre tus manos el corazón de tu padre- le preguntó la muchacha que estaba celosa del cariño del hijo por el padre...!pos hasta entonces no tendrás del to mi amor!
Rió ante la ocurrencia de la zagala y con el tiempo comprobó como la muchacha se alejaba ca vez más de él, coqueteaba con otros mozos y en el pueblo ca vez era más criticá. La habladurías se extendían no ya al pueblo sino a los alrededores y cuanto más crecían las murmuraciones mayores eran los celos del mozo q´arriba en el monte se estaba volviendo loco por no vé a la zagala.
Tanta fue su locura que empezó a ver a su amado padre como el causante de su desdicha y too el amor que le había tenío, se fue cambiando por odio.
El padre no se barruntaba lo que estaba pasando, su querido hijo se había vuelto huidizo y huraño, ya no se acercaba a besálo y lo miraba como a hurtadillas.
Ca vez que el muchacho salía al monte con los animales, al llegar junto a la fuente del nogal donde antes se entretenía tallando con su navaja ramas secas de jaras, entre los canchales, poco a poco fue cavando una fosa en un lugar oculto a las miradas ajenas. Un día que el padre subió s´encontró con el agujero y al preguntale, el mozo le contestó que en los ratos de pastoreo buscaba un tesoro que alguien enterró allí hacía mucho tiempo.
-Pos yo diría que más paece el agujero de una tumba.
-!Que cosas tié usté, padre!
En su cabeza sonaban cada vez más fuerte las palabras de la moza:
-¿A quién quieres más en el mundo?....
y acabo convirtiéndose en locura; pocas semanas más tarde con la tumba y´acabá invitó al viejo a subir con él a la fuente con un falso pretexto. Aceptó el padre sabiendo que era el último día que pasaba en la tierra y aceptó su destino como siempre había hecho.
Llegaos a la fuente apuñaló a su padre con saña hasta matarlo; le arrancó el corazón que dejó sobre una roca y ecó el cuerpo al agujero sepultándolo bien para no dejá huellas. Limpió todo y se lavó en la fuente que a partí de entonces la conocen como "la fuente del corazón sangrante". Metió el corazón en el morral con la misma indiferencia que guardaba en él la merienda y bajó con las ovejas.
Corrió a la casa, con el corazón entre las manos contento de podé regalárselo a la zagala com´un presente y así tené su amor. Al entrá en la oscuridá tropezó y cayó pesadamente al suelo entre las yacijas con estruendo. El corazón, escapó de sus manos y fue a parar al fondo de la casa, junto al fuego. Desde el suelo, pudo oír claramente la voz del padre que decía:
-¿Te has hecho daño, hijo mío?"
"Fíjate hasta donde pué llegá el amor de un padre"
- Y ese es el final "pitorra"
- No, quea un trozo, !el mejó!
-Si pero, los tiempos han cambiao, tenemo mucha necesidá y allí va a está mu bien atendío.
- Padre se queda en casa. Tengo que pagá too lo que ha hecho por mí y mis dos hermanos, toos los sacrificios pa criarnos deben sé ahora recompensados y aguantará con nosotros hasta que Dios quiera llamaló.
-Pue, tú y tú padre os las vais a vé conmigo.
-!Tiés razón!, mañana cuando suba a la fuente empezaré a cavá una fosa.
- Pa qué ¿pa tu padre?
- No, !pa ti!
Marcial-Jesús Hueros Iglesias.01072006
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