NADIE
SE RIE DE LOS
MUCHACHOS
DEL
RINCÓN.
(CUENTOS DE LOS MUCHACHOS DEL RINCÓN)
Pronto llegarían las Navidades y las matanzas de los cochinos, días de esperanza para llenar la barriga. Las mañanas decembrinas despertaban brumosas de niebla espesa y "meona" que acababa calando la ropa malamente. Dos colleras de muchachos se seguían una a otra en la espesa blancura de los nublos caídos a tierra.
Andaban la linde entre dos maizales cosechados a finales del verano y cuyos tallos cortados asomaban del terreno como cuchillos que se perdían en toda la extensión que la vista abarcaba.
-¡No corraís que no vos veo!- Mani, era el más pequeño de los cuatro chavales y a trancas y barrancas, hiriéndose con los maíces, trataba de seguir el rumbo de los compañeros de caza.
-¡Espabila chavá! ante de q´abra la niebla que toavía quea un cacho p´al regato y es bueno pa la caza que se nos vea lo menos.
Era cabecilla de la jarca, un adolescente curtido en mil correrías por el Rincón. Cubría su cuerpo con un pantalón corto, en el que asomaba por un pernil un trozo de calzoncillo gris, unas malas botas tobilleras raídas y sin color definido y una camisa que dejaba ver su pecho joven, en un alarde de macho ante aquel frío invernal. Exhalaba chorros de vapor por el esfuerzo de andar entre los cuchillos de maíz, intentando demostrar a sus correligionarios que no sentía el frío y la verdad es que lo que no tenía era nada más con que arroparse.
Al hombro derecho, una larga cuerda de esparto crudo, de la que colgaban una treintena larga de costillas o trampas para cazar pájaros, toscamente fabricadas con una tablilla de una cuarta que sostenía dos semicírculos de alambre duro que, al cerrarse eran un arma mortífera para las aves.
Pronto avistaron los fantasmales árboles de la ribera y establecieron entre las malezas del sotobosque un pequeño campamento. El Mani se dedicó a buscar leña seca, hizo un montón y con un yesquero encendió una fogata, que fue tomando cuerpo hasta calentar a los muchachos. Él sabía que le encomendaban siempre las peores tareas, pero era el precio que tenía que pagar por ser el más pequeño y poder asistir a sus correrías.
-“Coqui”¿has traio los gusanos?
-¿Pos claro ¿q´ariamos aquí sino?
Con las manos desentumecidas por el calor, en cada costera- un simple y hábil mecanismo- colocaron un gusano de estercolero, que llevaban en una roñosa lata que en su día contuvo tomates y atado con un hilo negro robado de la bobina de la madre; el infeliz se debatía buscando una salvación imposible.
En la linde, a cada diez pasos, colocaron las trampas cuidadosamente, ocultándolas con ramitas y tierra, dejando bien visible el blanco gusano que descansaba en la pitezna, pestillo de las costillas que al más leve contacto se disparaba cerrando los zoquetes que mataban al pájaro aprisionándolo.
Las totovías, bisbitas y cogutas, amanecían con hambre de la helada noche y nerviosamente recorrían los surcos en busca de algo donde hincar el pico; un atractivo gusano blanco, retorciéndose preso no podía despreciarse en la hambruna de la amanecida, tirar del animalillo, desplazando la pitezna y la costilla, se disparaba desdichadamente para el ave, que acababa así su alada existencia.
Escondidos en el campamento, entre la maleza de la ribera y al calor de la fogata, los muchachos dejaban pasar el tiempo dejando que las aves se acercaran a las trampas confiadas. Si no había gusanos del estiércol, un puñado de trigo cocido hacía casi la misma función, pero el resultado no era el mismo, pues el movimiento de los gusanos presos, era una tentación que ningún pájaro con hambre podía resistir. En los barbechos una estaca, disimulada, mantenía fijo un cordel de codal de nylón con un anzuelo, al que cebaban con una lombriz, Su meta era "pescar" alguna moñuda aguanieves- Señora enlutada de los barbechos en el invierno- que aunque su carne era negra y correosa, valía por una docena de pájaros.
- !Esas sólo tién plumas! No le hacían mucha gracia a Mani las aguanieves.
Ya nacido el sol, aunque sin verlo por la espesura de la niebla, dieron la primera batida a revisar las costillas y sacaron de ellas un par de docenas de fríos pajarillos y recebaron y colocaron las trampas de nuevo. A la vuelta al campamento, después de calentarse las manos, pelaban pacientemente las aves.
-¡M´he traío la sal gorda!
-¡Pos eso es lo que cuadra!
- y ordenaron a Mani que cruzara la línea de Portugal y birlara unas naranjas de un huerto que llevaba tiempo abandonado. Decirlo así suena como muy lejos, cuando la realidad es que estaban sobre la misma frontera y del campamento al huerto había escasamente cincuenta metros, atravesando el regato.
Eviscerados los animales y bien salados se ensartaban en palos finos, aguzados con las navajas que siempre llevaban encima; procuraban evitar las ramas de adelfas, pues decían que eran peligrosas y te podían envenenar. Puestos al fuego en poco tiempo quedaban churruscantes y despidiendo un olor capaz de levantar un muerto. Quemándose los dedos los comían con avidez. En sus rostros juveniles se dibujaba el deleite de chupar la grasita salada que quedaba en los dedos de uñas negras.
-Pos a mí, lo que más me gusta de los pájaros es la cabeza, cuando le chascas la cabecina con los dientes y le salen los sesos blanditos- “Coqui” tenía fama de ser un poco, “guarrete”
-¡Marrano!-que asco-toma mis cabezas, asqueroso.
-¿Qué sabrá un burro lo q´ es un caramelo?- replicó en muchacho.
-¿Tú sabes, lo q´ es una gamba?-insistió “Coqui” pos es un bicho que vive n´el mar y lo que tiene más rico es la cabeza que se chupa y lo demá se tira; viene a sé como los camarones del río que nosotros ponemos en los anzuelos…!pero más grandes!
-Como siempre te inventas cada trola-“Mani” no solía callarse.
-¡Calla gilipolllas! que mi padre conoció un marino, que l´hablaba del mar.
-¿Y el mar q´ee?
-Mucha agua salá, millones de veces más grande que too el Rincón junto.
-¡Lo vees!, mentiroso.
-¡Isnorante!
Y, se enzarzaron en aquellas interminables peleas, con mucho ruido y sin daño físico alguno a la que, como todos los de su edad eran muy aficionados.
Reconfortado por el pequeño ágape, la vida se veía de otra manera; las fuerzas se multiplicaban.
Cada cierto tiempo, como de hora en hora y media, emprendían la ronda de nuevo, liberando los pájaros muertos y vuelta a la tarea de pelarlos.
-¡Ya no se come más ,eh!, los que cacemos pa casa, que jacen falta las perras. Y, poco a poco, el morral, se iba cargando de desgraciados pájaros
-¡La niebla sigue sin levantá!
-¡Mejó, así están más desorientaos los bichos!
El “Mani”, seguía acarreando de cuando en cuando, más leña, que añadía al fuego, por lo que la temperatura era muy agradable.
-M´a golío a gorriatos fritos y como por el humo se sabe ande anda el fuego, pos aquí estoy
-¡Pos el festín s´acabao! Así qué…!Aire! además por el humo tú no nos has encontrao, que en la niebla no se ve. Habrás llegao por el oló y yo me pregunto, si tiés el fato tan fino pa los pájaros, como es que te aguantas a ti mismo.
Quien había entrado en la escena de improviso, protegido por la niebla, era el “Latas”, el mayor mentiroso y marrullero de la comarca. Barba y greñas de años, que sólo dejaban ver unos ojillos maliciosos; obeso y achaparrado, cobijaba su anatomía en una vieja zamarra, gruesa, heredada de algún antepasado de su misma condición, sucio u maloliente, todos huían de él.
-¿Qué jaceís infantes?, la palabra infante le llegó a “Coqui” al fondo de su ser y se cabreo mucho el jefe, que se consideraba un hombre hecho y derecho.
-¡Te he dicho qué…AIRE!
- No te confundas, chaval, que el campo no es tuyo y yo voy y vengo de y a donde me sale de los cojones y me da la puta gana. Jiedo como quiero, como lo que puedo y soy feliz como soy. Si te molesta, te jodes, pos tengo el mismo derecho que tú a estar aquí. ¡T´enteras imberbe de mierda!. Dios hizo los campos y el diablo los valló. Hago lo que quiero y yo… sólo me impongo mis obligaciones, que no son otras que no hacer a nidie lo que no me gustaría que me hicieran a mí, así que si te doy asco…t ´alargas que el mundo es mú grande.
Ya sabían los chicos que era hombre de buenas palabras, pero que sus hechos se encargaban de desmentir. Era un sinvergüenza completo.
Después de la perorata se acurrucó algo lejos del fuego y se quedó dormido o al menos eso era lo que parecía, por como roncaba
Cuando despertó, pidió unos pájaros asaos a lo que los muchachos se negaron.
-Dijo Jesús, ¡dar de comer al hambriento!
-¡ Y una leche!- estalló el chico, tiés dos manos pa trabajá y si no t´ alargas al ropero la caridá.
-¡Amos a vé!- algo tramaba el andrajoso personaje: vos propongo un trato, vosotros m´asaís una docena y yo vos regalo trampas de toas clases, hasta pa perdices.
-¿Cuántas?- se le abrieron al muchacho cazador ojos como platos
-¡Montones! ¡A palás!
-¿Y donde están?
-¡En ca el Isi, el de la tienda de ultramarinos.
-¿De ultra qué?
-¡En el colmao, en la lonja..coño! Sólo teneís que dir y pedírselas en mi nombre y como son mías vos las dará.
-¡”Mani”, ásale una docena al chatarrero. ¿No estarás mintiendo, verdá?
-¡Te lo juro por mis hijos!
Desganadamente, el pequeño avivó el fuego, saló los animales y los asó con escaso interés y maldiciendo por lo bajo:” uno duro pájaros pa este desgraciao, maldita sea su estampa-
-¡No masculles, chavá y ásalos bien, que están churruscantes, como a mí me gustan!. ¿No teneis pan?
-¡Será hijo de puta!, Encima querrá también una jarra de vino el mamón.
No comió, devoró, haciendo chascar entre sus sucios dientes los dorados pajaritos. Cuando acabó, se pasó la bocamanga por los belfos para limpiárselos
-¡Amos a lo que vamos!”Coqui”, había esperado pacientemente a que el viejo acabase de comer..
-La palabra es la palabra, así que esta tarde cuando regreseis, vos alargais an ca el Isi y le decís que vos de toas las trampas que tengo allí, las grandes y las chicas y si se niega le decís que estoy mú contento de dárolas porqué yo ya no las quiero pa na. Y para él será también un alivio quitarse de encima ese problema.
Y desapareció en la niebla, que no acababa de levantar a pesar de los intentos del sol. Ya solos acordaron repartirse las trampas equitativamente. Se relamían pensando en la cantidad de trampas del viejo- había dicho “a palás”- y eso era mucho. La cantidad de pájaros que podrían cazar y siguieron las batidas impacientes por regresar al pueblo.
Seis docenas de pájaros, eran seis duros que se repartían a medias y que entregaban en casa. Los pájaros, eran muy estimados por los señoritos de la ciudá y cuyo intermediario, vendía a dos duros la docena con lo que ganaba lo mismo que los críos sin pasar ninguna fatiga.
-¡Los tiempos sonatina!- filosofaba el “Cancho”
Las cuatro les dieron, después de comer, ante la lonja del Isi,tanta impaciencia tenían. Abrí a la cinco.
-Venimos a que nos de usté las trampas que el “Latas” tie aquí, no ha dicho que nos las de toas y así ya no tiene usté que guardarlas y le descarga del peso.
La cara de Isi, en un principio de incredulidad, cuando comprendió, empezó a ponerse colorado y reventó.
-¡Estais imbéciles, ¿o, qué?. Las trampas del “Latas” son las cuentas que desde hace tres años me debe, el cabrón y no me paga!Alargaos de aquí que no estoy pa bromitas.
-!Sólo queremos las trampas- chilló el “Mani” desilusionado y a punto de echarse a llorar.
-¡Las trampas” y una lluvia de huevos malos y verdura vieja cayó sobre la jarca de muchachos que huyeron cabreados y corridos.
-Alguien s´ ha cachondeo de alguien y me parece que ha sido el “Latas” que nos ha levantáo un duro pájaros, pero por estas. Hizo una cruz con los dedos índice y pulgar y la besó. ¡Este tío me las pagará!
-¡Nos la pagará!
No pasaron muchos días, sin que se encontraran de nuevo con el “Latas que aunque era en otro lugar del Rincón donde también cazaban, no era nada extraño pues al hombre le atribuían el don de la ubicuidad. Podía encontrársele en cualquier lugar en cortísimos espacios de tiempo y en sitios bastante alejados. Muchos aseguraba que lo habían visto en tres sitios distintos , lejanos entre si, a la misma horaP pura comidilla, en la sólo había de cierto que el hombre pasaba todo el día y parte de la noche caminando por el pueblo al rebusco de cosas sobre todo metales, para venderlos en la chatarrería de la ciudá y de eso era de lo que malvivía.
-¡Y mis trampas-¿Qué, vos las dio el Isi?
-¡Si!
-¿Toas?
-¡Toitas!, las grandes y las pequeñas que ya no te quea ninguna
-¡Pos no sabeís el, peso que m´abeís quitao de encima!
-“Latas”, te estamos mu agradecíos- hablaba el jefe como si no hubiera pasado nada- y queremos pagarte que nos haigas pasao tus trampas. Mañana amos a salí a cazá, en la frontera donde nos vimos el otro día, nos iremos de amanecía. Alárgate ande estemos, que sabrás encontrarnos… ¡Ah! Y amos a llevá una bota vino!
Para el asqueroso viejo una invitación a una “frita pájaros” era mucho pero al oír la palabra vino, abundante y gratis ya deseó que fuera mañana y eso sería pasar un día en el paraíso. Ansioso, pensaba en mañana.
Loa muchachos no aparecieron, ni tampoco los días siguientes. Pasaron las nieblas aunque seguía haciendo mucho frío El “latas” estaba cada día más ¡encevicao”
Y un par de semanas después:
-¡M´a dao un fato a pájaros asaos y, viene de los barbechos de pa Portugal, p´alla, pa la ribera. Y hay humo…!Allí están!
Los cuatro amigos estaban en las tareas de siempre.
-¿Qué pasa chaveas?- saludó alegre el viejo ante el propicio encuentro- habéis puesto mis trampas también.
-Y son las que más cazan con diferencia, será porque son mú viejas y están mú ensenás. “Coqui” pensaba pa sí :”Tú sigue bordeando viejo que te vas a enterá”que “ya pagará el francé lo que bebió” decia mi padre. Son las mejores.
-¡Entonces han ío bien las cosas- y buscaba con los pícaros y legañosos ojos- por si atisbaba la ansiada bota.
-¡”Mani”, asa unos bichos y trae p´aca la bota! Está colgá en aquel chopo
No tardó el viejo chatarrero en echarse sus buenos tragos y para cuando estuvieron los pajaritos asados, ya había trasegado más de medio litro de vino.
-¿No bebeís vosotros? echá un trago que vos hagaís hombres.
-¡Pásala, se animó el “Mani”.
-¡Ande vas desgraciao! Que tú eres mú chico pa bebé y si llegas a casa goliendo a vinate tu padre no sólo me corre a palos sino que me mata.
Las miradas entre los muchachos era incesantes, se miraban los unos a los otros y después al viejo. Parecía que algo iba a pasar y efectivamente pasó.
No había cogido el viejo el segundo pájaro, cuando la cara borracha le cambió, se agarró el vientre y corrió a los matorrales del fondo, corría a la vez que se bajaba los calzones y ante el asombro de “Maní”, sus compañeros hacían lo imposible por contener la risa. Desemblantado volvió el viejo pero aquello era ya imparable.
-¡Joe, qu´apretón ma dao!!Otra vé, otra vé! Y de nuevo salía corriendo a aliviarse, pero esta vez no le dio ni tiempo de bajarse los calzones
-¡Vas a estercorá las orillas “Latas”!
Sucio , agarró la bota y salió corriendo, ya lejos y después de verlo acuclillarse varias veces (lo que celebraban), los muchachos rompieron a carcajadas acompañados por el “Mani” que aún no sabía qué pasaba.
-Por algo te dije enano que no bebieras de la bota, l´echao “JALAPA” al vino.
-¡Jalapa!
-¡Unos polvos que jacen que te vayas las patas p´abajo! ¡Va a está jiñando una semana por lo menos.
Y el “Latas” en su ansia de vino y la borrachera, apuró la bota hasta la pez.
La mañana siguiente, una pareja de la Guardia civil lo encontró completamente ebrio, medio congelado y rebozado en sus propios excrementos.
Trasladado al hospital de la beneficencia en un carro, no regresó hasta pasados dos meses, muy aseado, pero hecho un esqueleto andante; en ese tiempo, cambió de mote, dejo de ser “Latas el chatarrero” por ser en adelante “Latas el cagarrero”
Nadie supo en mucho tiempo y menos él, que la trastada de los muchachos podía haberle costado la vida.
Decía el “Coqui”.!Qué cara la salió la docena de pájaros que se comió! y es que:
NADIE SE RIE DE LOS MUCHACHOS DEL RINCÓN.
Marcial-Jesús Hueros Iglesias.
01082005
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