Hoy he vuelto a la roca del verdín, después de muchos años.
Unos charcos entre roquedos graníticos, como panzas de la tierra.
Yo, era el americano,
tú, la bailarina, gitana y guapa,
y. en medio del charcón más grande, una pequeña roca, que desnudos, rodeamos con nuestros jóvenes brazos, resbalando nuestros cuerpos por el suave y gelatinoso
verdín.
Y. cuando mi mano, descansó en tu sexo ardiente,
toda la dehesa calló.
Fuera del agua, dos cabezas que aparentemente ajenas, besaban la piedra; abajo, el deseo incontrolado que no enfriaba la fresca agua.
No se cuanto tiempo pasó-infinito-mientras tu cuerpo se entregaba
a mis torpes caricias.
Sentí que, por un momento,
!el mundo había dejado de existir!