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martes, 17 de abril de 2012

ARBOL.Rio Caya 10092009

Árbol


Si caminante, por el viejo puente cruzas “la raya”, la frontera; cuenta y verás. A no más de trescientos metros en suave curva a la diestra y pasando el bosquecillo de los árboles de frutos como cabezas de infantes, alcanzarás un puente enano de no más de quince palmos, moderno y… junto a él, en la cuneta, destacando sobre el verde muerto de un eucalipto,  el verde vivo de un joven chopo…mi árbol.


Lo conocí no levantando más de medio metro del suelo del hinojal, me atrajo su tozudez –su lucha por sobrevivir- y, lo adopté. Ya, en el primer estío del nuevo siglo-2.000-año redondo. En mi internacional deambular escondí en los hinojales del pie un viejo balde plástico; en la ida al otro país lo recogía y viajaba en mis manos hasta el sifón de las dáfnias (pululaban a millones en las aguas sucias del estiaje)y a la vuelta, el balde lleno con el que calmar tu sed. ¡Nunca te faltó un sorbo de agua en medio del secarral!


Y, así, un verano y otro. En los tiempos fríos y húmedos dejaba que la naturaleza siguiera el curso normal de sus ciclos hasta que llegaste a mi altura. Ya eras un árbol-adolescente que levantabas lo menos cinco palmos del suelo de la cuneta. El Otoño anterior te tuve que elegir entre más de cuarenta vástagos y, arboricida talé  tus hermanos de savia dejándote sólo a ti.

¡No preguntes porqué fuiste el elegido! Cuestión de suerte o será que entre todos tú me caíste bien. Agradécele a ellos su muerte para hacerte más fuerte, más lozano, más árbol.


Han pasado los años, casi una década desde que te conocí. ¡Ya sé qué hubo un tiempo que te descuidé! Que te dejé impúber árbol que te las arreglaras sólo, pero eso sí, bajo mi atenta mirada de fin de semana en mis paseos al otro lado.

A principios de este verano, te había crecido tanto la barba que no dejaba ver el tronco y decidí rasurarte y ponerte guapo pero por pereza cada mañana,  lo dejaba para mañana, ¡mañana será! Y un amanecer me decidí, ¡de hoy no pasa!, me encaminé a tu pie  en el tupido hinojal. Crucé el viejo puente, seguí los trescientos metros de suave curva dejando a la siniestra los árboles que lucían sus frutos como cabezas de niños y… ¡ te descubrí…!Lampiño!. Alguien la tarde anterior te había despojado de lo que te sobraba y lucías bien como un joven verde vivo que buscaba el cielo levantando de la cuneta más de siete metros.

1Qué vanidad la de los humanos que pretenden firmar sus obras creyendo que son suyas! Allí, grabé a punta de navaja los números irrepetibles del día: nueve del nueve de dos mil nueve para descubrir,  que al otro lado de tu piel ya había firmado antes: nueve del tres de dos mil tres y apuré tu tronco gris mejorando el afeitado del portugués.

Y, allí, te dejé, en tu lugar de siempre, en tu sitio haciendo guardia junto al puentecillo.

¡Qué suerte tienes- en los tiempos que corren- tener dos amigos! ¡E internacionales!

Alejándome, pensé, que parte de tú corazón de madera me siente y que un trozo de tu sombra… !Me la he ganado!

Rio Caya. Badajoz. Diez del nueve del dos mil  nueve.

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