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sábado, 28 de abril de 2012

EL PAJARERO. Cuentos de los muchachos del Rincón.






EL
PAJARERO
(CUENTOS DE LOS MUCHACHOS DEL RINCÓN)


MAGISTER DIXIT.
De la escolástica
EL MAESTRO LO HA DICHO.




Lo vi llegar entre los troncos de los eucaliptos. Sentado al pie de uno de ellos, descansaba del paseo que me había llevado a la orilla del río.
Ensimismado en mis reflexiones no le presté ninguna atención. Había disfrutado de un agradable paseo y me entretenía observando las evoluciones de los milanos en plena tarea de caza.

Pasó a pocos metros de mí y me miró, siguiendo su camino por la orilla. Hasta la segunda pasada no me fijé en él. Era un auténtico arrapiezo, un golfillo de película. Su gorra sucia ladeada, una chaquetilla que seguro había pertenecido a otro más mayor, los pantalones rotos y unos zapatos de color indefinido, viejos y con los cordones desatados. Me recordó a un charlot infantil.
No pude por menos que sonreír por el atuendo que lo envolvía y seguí a lo mío. La siguiente pasada fue más cercana y lenta remoloneando al andar y su extraño modo de acercamiento ya si llamaron mi atención, ¿Qué buscaría? Me sentí como la presa a la que la rapaz le va dando pasadas, cada vez más cerca hasta que la atrapa:
!Y me atrapó!
Me vería cara de buena gente. La última pasada y se plantó delante mirándome fijamente a los ojos. De cerca su aspecto era peor, pero a pesar de su atuendo no carecía de atractivo con una cara donde se confundían las pecas con los churretones.
Le sonreí y sólo me dio tiempo a decir:
¿Qué pasa chaval?

!A las buenas! ¿Sabe usté? me tien por mote "el pajarero", icen que soy un pirao que pasa las joras que´l trabajo del campo me deja, mirando los pájaro, como el que mira a las musarañas- que no se que son, ni me importa- o gateando a los chopo en busca de níos.
-!Tú lo qu´estas es boyao! icen los de mi edá.
-Pos si no me peta matalos ¿por qué tengo que jacerlo? no me gusta sé como ello. Ná los para: si güela, chinazo, si se arrastra, zapatazo y si se mueve en el agua...!pedrá!
Unos icen !qué tio más raro! tol día n´el campo, !pá ná!. ¿Qué le saca con mirá a los bichos? ni los mata ni se los come, está boyao, icen. A mí me da iguá que me den de lao !bueno! me dejan jugá con ellos a los boli, pero cuando van de caza me dan esquinazo.
!Naturá!
Ahora tengo trece año, antes tuve menos, pero dende chequinino m´an gustao toos los bichos y en particulá los que vuelan, los pájaro y las mariposas y los murciégalos. !me gustaría volá como ellos!
M´embobo viendo las locuras que jacen los milanos pescando en el río, que se tiran como pá descalabrase y cuando van a llegá se ponen planos y sacan un pé. ¿Y las bandás de mataburros; al atardecé llegan mu altas al dormidero de los eucalistos secos del vao de la Mina. Llegan a miles y de pronto toos paran las ala y se tiran a toa mecha pá cogé sitio en los árbole. No se como no se estrumpan entre tantos, a toa velocidá y too por las prisas de cogé una buena rama calentita pá dormí.

¿Cómo no disfrutá al vé un martín pescaó, con sus plumas azul brillante que dende el posaero espera quieto y con pacencia que un pé se despiste, se lanza y lo saca reluciente delagua, va ande la jembra y se lo regala; despué le jace una “pisá”. ¡Eso si qu´es galano!
¿Normá, no?
Si ya lo icía “Curri” el otro día, cuanti  nosotros ponemo n´el campo nombre a los pájaro y bicho ¡por algo será! Asina las lavanderas que buscan en las orillas del río bichillos y en las mañanas de niebla del ivierno de grís y blanco como delantalitos y ¡en la orilla del río! ¡pos lavanderas! Y los andarríos, pos porque corren incansable por las orilla.

A la coguta terronera, le tengo cariño, la llamamos “la moñúa” y es porque se paecen a la tía Orósia; ¡tién las do el mismo moño tieso y los mismos andares y a más, las dos son oscuras como las beatas de la iglesia.
¿Y el buitrón? Suena a grande- te se llena la boca-¡buitrón! ¡buitrón! Como butre grande. ¡pos no! Qu´es el pájaro más chequinino que conozco de los espadañale de la charca, siempre pit-pit-pit y volando paece un moscardón de lo chico qu´e. Como será que m´an contao que estos años d´atrás encontraron un nío en la corona d´un crucifijo d´una choza abandoná. Pos allí, en la oscuridá del sitio, sin que nadie los molestara, habían hecho una postura de cuatro güevos, azulinos, no más grande que la uña de mi deo chico. ¡anda q´ahí los iba a cogé er gato!

-¡ Pero sient…!-mi intención era decir, ¡pero siéntate muchacho!

¡Naturá!
A las gallineta si les tengo mucha tirria, manía, vamos. Siempre tan tiesas, gritando, rechonchas como un cagajón con patas; el otro día en el “charcón de los aogaos”- aunque le llamemos asina, no es un charcón, sino dond´el río se abre y las aguas s´amansan- ¡pos allí!, en el centro del río hay unas piedra mu grandes d´un antiguo molino de harina desde las que se chapuzaban los muchachos del Rincón, Un día que la mala suerte quiso, en aquel verano tórrio, un chavá, calculó mal la tirada y s´abrió la chola- la cabeza, sabe- con un canchal sumergío y al ve que no salía y to se llenaba de sangre, su amigo se tiró y s´ahogó tamien entre los brazos de su amigo jerío que lo acompañó en su agonía. ¡qué triste recuerdo!. Los sacaron abrazaos y desnuos como dos enamoraos, los pescaores despué de mucho buceá.
Toavía hay gente que no pasa por allí de noche-tampoco se va a ningún lao- pos icen que los muchacho se aparecen como pantarujas en lo alto de las piedra del molino. Pá mí q´es mentira ideá por un pescaó viejo que toas las noches buscaba el tesoro del avaro molinero, qu´allí icen que escondió sus dineros y asín con sus trolas jace que la gente no vaya a olisqueá.

Pos allí en la peña los aogaos, una tarde del otro verano- que yo era más chico-vi unos bonitos pollos de gallineta- cinco- en medio el río; m´escamó velos solos, ¡qué raro! Pos güeno, la poca corriente del charcón los llevaba a unos juncos donde habían dos gallinetas grandes. Yo pensé, inocente, que eran el padre y la madre, ¡pos no! Los pollos acudieron a ellos y en cuanti llegaban los grandes tronzaron uno a uno los pescuezos de los chicos que abandonaos a la corriente paecían bolinas negras río abajo pa Portugal. ¡Dende entonce no trago las gallinetas.
¡A lo mejó tamién es naturá!
M´an dicho que en la ciudá las llaman pollas del agua y como siempre me pasa con los entendíos no se en que se paece mi polla a una gallineta.

-Se las llama po…(quise explicarle el porqué del nombre) pero…

Y como jacen los nios las golondrinas, se paran en los charcos de las lluvias la primavera y con el pico cogen pellas de barro que van arrimando con su saliva unas a otras hasta jacé fuerte el nío en los establos de la vaca y en las cochiquera; son unas engañifa, pos dende los posaeros cantan como los jilgueros, q´aquí llamamos “colorines” por las plumas amarillas de las alas y el madroño rojo alredeó del pico que mi padre ice que debía sé el pájaro nacioná por los colores de la bandera. Yo las perdono que m´engañen con el canto, dende el día que m´enteré que tien el galguero rojo en recuerdo de sus antepasados que antigüamente le quitaron las espinas al Señó en la crú y se jicieron sangre en la garganta. Pos ahora toas tienen el galguero colorao del recuerdo.

¡Naturá!
M´acuerdo un día que llegaron unos señorito de la ciudá a nuestra orilla- ¡la pobre! Y mu encopeteaos y bien vestíos sacaron unos anteojos- q´acercan los bichos- y miraban a los chopos desnuos, donde jacían la dormida miles de mergullones o sea cormoranes- que eso si que saben pescá y no el señó Pepe “el pescaó”.
El “Quirce” q´es mu descarao y mu entrometío y no tie vergüenza de na s´acercó y yo detrás curioso. Llamaban a los bichos estos mu raro, argo así como “falacocora”- más o meno-despué m´enteré que los estudiaos dan un nombre raro a los bichos pa que los de campo no los entendamos.
Y, el más viejo va y ice:
-No admiraís, muchachos rurales esas bellas, oscuras avecillas que surcan gráciles el etéreo.
Yo m´escojonaba de la risa y el “quirce con la boca abierta y babeando(pa mí que esta gente de la otra orilla habla ca ves peó, ¡no se la entiende!). Pos yo y el otro que tamién es espabilao lo entendimo mas o meno.
.¿Que si nos gustan los pájaro, ice usté, ¿no?
-¡Eso!
-¡Si señó, fritos con mucho ajo y pimientita colorá y un par de docenitas con arró, que aunque lo pongan negro…!están de güenos!
- Pa mí que no era eso lo qu´el hombre quería oí

¡Naturá,! ¿no?

Despué, sin quitase los anteojos de la vista, le oí decí como pa sí:
-¡Pobres almas cándidas!
Y eso ya no lo entendí mu bien pero pa mí que por el soniquete, no era na güeno.

Iguá que Diós l´a dao mu güenos ropajes a alguno pájaro: el martín, el abejarruco, la oropéndola a otros l´a dao la vo. Es como las personas, a toos no se le da lo mismo, ¡hay que repartí!, por eso el mejó pájaro que canta en la ribera, es uno de los más feos; de coló marrón y no se deja acercá pa que nadie vea lo feo que es, pero su canto llega mu lejos y es el mejó, el ruiseñó.
Cuando la primavera, despué de los chaparrone, canta que paece mentira que tenga tanto canto un bicho tan chico. No entra en mi magín porque en esos momentos, endispué de las chaparrainas, los pájaro cantan más y mejó, será que s´alegran de las “cordás” d´agua o que les fastidia mojase las plumas.

Bueno, pues cuando llega la noche, sobre too si entre chaparraina y chaparraina aparece la luna !cómo cantan los ruiseñores!. M´a dicho un ilustrao que vienen primero los macho y se reparten las tierras pa criá y ya acomodaos eligen un posaero y ¡hala! A cantá toa la noche- que se jacen cansinos-esperan a las jembras que vienen de noche- como los trenes- y al oí el canto se abajan y eligen novio.
¡Naturá!

-Pero, porqué no te sien…(quise decir: pero porque no te sientas , hombre)

Me gusta subime a los eucalistos en busca de níos de pega que tamién las llamamos, pica, marica (ja,ja),picaza, urraca ladrona que llevan al nío to lo que reluce. ¡Y si m´encuentro una medalla o un anillo!
Mi padre m´acontao muchas historias  de urracas (Q´asta hablan, pero yo no me lo creo) y que entran por las ventanas y roban las joyas por lo que relucen, pero tampoco me lo creo porque son mu cagonas y no se acercan así como así ¡nunca se ponen a tiro de los tirachinas!
Lo que si me fijao, que los níos son mu cómodos, lo forran con barro y ramitas, jaciendo un bonito techo que paece un chozo pequeño como de los pastores de los Riscos de la Higüela- una ve los vi, la única ve que e salío del Rincón) y como lo jacían tan altos yo me barruntaba que bien estarían los pollos allí arriba, calentitos, meciéndose con el viento a la espera del langosto o de la oruga gorda. Lo que no sabe la ladrona y yo si, es que a vece da de comé y cria pollos que no son suyos. Los críalos y los cucos(por eso se llaman así) ponen los güevos donde la picaza, tirando los güevos d´ella y se olvían.¿Sabe porqué se llaman críalos, pue porque despué de poné sus güevos y tirá los de la urraca se aposan en un árbol cercano y cantan diciéndole a la pájara: ¡críalo!”, ¡críalo”
Mi padre cantaba una copla que decía argo así:
¡Que no sea tú como el cuco,
pájaro que nunca anía
pone güevos en los otros
y algún tonto se los cría”

Al atardecer, salían los chotacabras- cuando el día no es día ni la noche es noche- con esos bigotes tan serios y los ojinos meio cerraos que paecen señores en una tarde de casino. Yo no me lo creía que ese era su mote porque chupaban la leche de las cabras adormilándolas haciéndole cosquillas con los bigotes. La verdá es otra y yo lo he visto; esos pelos largos de la boca le salen pa cazá en la oscuridá al chocá en ellos las polillas y le icían onde poné su boca enorme.

La gente montuna se inventan estas cosas pa matá el tiempo cansino del pastoreo; tantas horas con el magín dando güeltas careando ovejas moorras y este si qu´es un gran mote:!engañapastore! y es que tien el plumaje pardo como la tierra y no se ven. ¡m´esplico!!Amos que de jacen invisibles.
Vas paseando por las choperas viendo bichos…y de pronto, de los pies nace del suelo un pájaro grande que pomposo planea pa dejase caé unos pasos más allá. Yo fijo la vista ande ha caío y m´acerco com´un gato de cacería y llego al sitio, me paro – y yo no estoy cegato- miro, miro y nada y ¡de pronto! de los mismos pies sale el bicho y se pierde más lejos, ¡y vuelta a lo mismo hasta que te cansas!
Un día di con un nio de estos bichos que tenía dos pollos en medio del suelo de rollos sin ná de nío. Los vigilaba toos los días pa cuando fueran grandes crialos y un día que voy- estaban ya mu grandecitos- al lao de ellos una pazo jiñá-una mierda vamos-de espanto,¿qué comería aquel tío?, bueno pues se había cagao en los pollos y no los había visto de lo bien camuflaos que están y eso que los del campo siempre miramos mucho donde damos de cuerpo, ¡por si las moscas!
¡Naturá!
El “Quirce mató ayé una gurrupéndola- que aquí icimos- pero no sé…pa mí que la gente de esta nuestra tierra nos gustan las palabras que suenen- no como los leíos que son mu finos- mira que suena fino gazpacho, pa nosotros jorrón, picadillo de verduras, pa nosotros zorongollo. Vamos, con los pájaro de la iglesia del pueblo onde nací, había cernícalos- esos que se quedan cerníos en los cielo y d´ahí su nombre. Pos nosotros pa que suene más icimos zurrumicale que paece más grande y ¡este!, mataburros que llamamos a las garcillas blancas.
Pos la oropéndola o sea la gurrupéndola- que mucho se oye y poco se ve,  canta desde lo más espeso de las copas de los árbole y na se la ve y eso q´es amarilla como un limón con las alas negras. Paece un cruce entre un plátano y un vencejo. ¡pos la mató! Y yo me cabreé mucho pero el “quirce” es un buen amigo y cavilando con el bicho en la mano, maquiné lo del oro por vení del coló y me barrunto que lo de péndola le saldrá por como jace en nío en lo más alto de los chopos con plumón y colgando de las ramas.
“Quirce” ice que “ave que vuela a la cazuela” y estoy seguro que si viera a su padre volando le jarrearía un chinazo en la cabeza y yo le digo: pa los gorriatos ¡vale! pero los otros entran mejó por el ojo que por el galquero.
Dice que estoy too joío, pero él es asi.

Cuando fuera mayo, podría estudiá en la ciudá- con los curas del seminario- pa sabé más de estos bichos pero ya sé que no es posible, que lo mío es destripá terrones y sacá lechugas y tomates pa los de la ciudá !de argo hay que comé!
¡Bah! Si yo soy felí así, porque tengo que cambiá, el mundo es mío cuando despué de la faena bajo al río toas las tardes en busca de los bichos.
¡Pa que quiero má!
¡ Es naturá!
¡Adio!
Media vuelta y desapareció entre los eucaliptos. Cuando se fue y tomé el camino de regreso pensaba ¡el jodío, si no me ha dejado ni meter baza y me asaltaba la duda de si había conocido al “pajarero” o a una ametralladora parlante.
Marcial-Jesús Hueros Iglesias. 08112004

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