domingo, 22 de abril de 2012

LA LARGA NOCHE DEL BÚHO

LA LARGA NOCHE DEL BÚHO.


Posado en la rama del chopo junto al tronco que me da calor, me despiertan las voces de los jornaleros que con sus yuntas van al campo de trabajo.

Está fría la mañana y a pesar del sueño,  cambio de árbol a uno que me abrigue más y me permita escapar en caso de peligro.


Las inoportunas urracas, maricas, pegas, me acosan en vuelo y las acompañan ruidosos gorriones que atrevidos se acercan a mis afiladas garras. Son atrevidos porque saben que lo único que quiero es descansar, para la larga travesía de la noche. Y, esto me pasa siempre que llego tarde a mi árbol y se me echa el crepúsculo encima.

Cuando oscurezca a trabajar, a buscar ratones en el campo que acuden a los graneros y a las niáras de paja. Suelen ser presas fáciles y tengo mucho tiempo libre.

En el río bajo la luz de la gélida luna, las nutrias juegan ajenas a los peligros y los zorros hacen el amor en íntima y larga unión.
Mis hermanos, cárabos, mochuelos y lechuzas vagan en busca del sustento.

Desde este árbol que no es el mío veo salir los meloncillos a buscar suculentas raíces y los topos (Muchos me he comido) hacen sus volcanes de tierra húmeda.

Mi amiga y enemiga rallada jineta, abandona su cómodo nido en el tronco hueco de un viejo fresno. Alguna noche hemos reñido por algún ratón pero en el fondo nos llevamos bastante bien. Las cigüeñas duermen en sus anchos nidos malolientes.

¡Cuanta vida para tan poca luz!
¡Cuánto silencio atruena la noche!
¡Cuanta quietud para el profano!

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