ETERNA LUNA
La luna, la eterna luna, plateaba con su luz las lápidas del cementerio. La vieja lechuza cantaba a la muerte desde lo alto del milenario ciprés, rompiendo el silencio del perdido camposanto aldeano.
Fuera de los muros tenebrinos, las ambiciones dormían y los próximos muertos soñaban la vida.
En las penumbras, yacían los restos cadavéricos de los pocos que forjaron esta parte del valle. Allí, se pudrían las ilusiones, los afectos, las soberbias, las lujúrias. Todas las vanidades humanas en carnes putrefactas y mondos huesos.
En un rincón, obscuro, bajo un tilo anciano, una lápida:
“Déjame ¡Oh bella flor!
Que yo tu ternura guarde
En un corazón que llora
Porqué nacer con la aurora
Para morir en la tarde”
Flores marchitas ávidas das de sol, luminarias rojas, atrezzo del lúgubre escenario. Los muertos siguen callados ajenos a la escena que representan.
Calló la lechuza, calló la vida y sin callar calló la muerte.
CAS.080706.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.