jueves, 19 de abril de 2012

MULLIDO FÉRETRO (S. Cor)


¡MULLIDO FÉRETRO!





Pegajosa obcuridad se arrimaba al cuerpo que lo envolvía y cegaba, se sintió sólo como en medio de un gran océano. Sólo consciente de que sus pies aún tocaban el suelo, húmedo, empapado de la fina lluvia que caía desde hacia horas.

 Desnudo en un sendero intransitado aunque presentía la presencia de los olivos que habían contemplado los  sucesos del lugar desde quinientos años atrás. La obscuridad lo aliviaba al saber que nadie lo podría ver en aquellas circunstancias: sucio, el que siempre había practicado el culto al cuerpo y que las clases “obreras” lo conocían tan limpio y atildado que maliciosamente de apodaban “El marqués”.

Sabía que seguía el camino por sus pies que pisaban firmes sobre los charcos, salpicándose. No obstante tropezó varias veces cayendo de bruces contra el suelo. Notaba en sus piernas  brotar tímida la sangre caliente al chocar con alguna piedra  que rasgaba su piel bien cuidada.

Era la madrugada, cuando sintió a lo lejos el único sonido de la larga noche. Eran cascos de caballos que poco a poco se acercaban. Casi no tuvo tiempo de tirarse a la cuneta; un carruaje con el tiro desbocado pasó aceleradamente a su lado y le invadió el cuerpo de frío. En la vorágine de la escena sólo alcanzó a vislumbrar el vaho que despedían las narices de los cuadrúpedos adornados con penachos plumosos entre la orejas. Siguió las huellas del extraño carruaje y aceleró pensando en un destino próximo. Estaba agotado síquicamente y su cuerpo sólo respondía a movimientos autómatas,
Presintió a lo lejos una mancha arbórea, alta y espesa y por fin ¡Algo distingible! Una banda ancha blanca o clara cortándole el horizonte  y una enorme verja herrumbrosa de forja.
Dibujados en sombras de la pared, adivinó la carroza destrozada, los caballos muertos del terrible impacto con los penachos ajados por la lluvia.
De la parte trasera del carruaje, escapó el ataúd  que astillándose  yacía en el suelo mostrando su lecho mullido y brillante de caras telas mortuorias.
¡En un momento creyó que lo llamaba!
Enajenado empujó la verja instintivamente, como buscando una respuesta a su pesadilla. Y Allí, a la derecha de la puerta, una lápida cuadrada de mármol con letras ésculpidas rezaba:
“Tú (aquí su nombre), en noche lúgubre,
de relámpagos y truenos, cuando la intensa lluvia cale las arboledas y barnice los troncos de espejo: barro en los charcos, flores tempranamente marchitas en la primavera agonizante. Esta obscuridad, que presagia  la procesión de las almas en pena y sin gloria, negros ropones bailando bajo el aguacero al son de las flautas de muertos y  maracas de cráneos con los dientes, podridos, raídos, en manos del viejo alquimista.
La Santa Compaña (de nuevo su nombre) te visitará a la hora de tu muerte y vagarás por los caminos hasta que encuentres el sosiego que no mereces y a otros quitaste, 
1Vaga! Y. un día, cuando te arrepientas tus pecados te dejaremos morir en paz. ¡Vaga! Hasta la luna llena, y sus sombras alrededor de los troncos mojados descubras tu cuerpo, putrefacto y
 Pestilente.  Cuando las nubes la lleven a su reino: ¡seguirás vagando

Por el Este comenzaba a clarear muy débilmente y en el claro-obscuro del naciente crepúsculo, distinguió las líneas rectas de los panteones y la inmensidad de cruces que se dibujaban en el horizonte.
No había dejado de llover y podía ver tenuemente su cuerpo del que con tanta obscuridad no había sido consciente,- había perdido su vigor y lozanía de siempre- Ya se cuidaba bien de mantenerse en forma agradable para embaucar a sus congéneres. Sucio de barro y excrementos de caballo, arañado y sangrante de los matojos y piedras del camino, mezclando  su preciada sangre con la lluvia helada. Su hedor, le resultaba insoportable y aunque alienado seguía tapando sus genitales obsesivamente. ¡Siempre se había sentido tan orgulloso de ellos!

Miles de flores de plástico, horteras, daban color al tétrico lugar. No amanecía y se sentó en un túmulo desesperado, tanto, que no sentía ni el frío del mármol y lloró con desconsuelo.
Oía extraños ruidos fuera-se había acostumbrado a sólo oír a la lluvia y al viento- y salió despavorido.  
Salvando  la verja para ver que fuera seguía…el mismo cuadro fantasmal.
Se tumbó en el féretro y al momento se sintió aliviado al sentir el calor y la suavidad de terciopelo azul, oliendo las miles de flores naturales que formaban bellas coronas.

Y, al momento, salió el sol- o al menos a él se lo pareció-de entre los cipreses que hacían pasillo hasta la entrada del camposanto potentes focos iluminaron la escena:


¡CUMPLEAÑOS FELIZ, CUMPLEAÑOS FELIZ, TE DESEAMOS TODOS, CUMPLEAÑOS FELIZ!
Cientos de amigos, ataviados con trajes de fiesta portando, serpentinas confetis y matasuegras lo rodearon cantando y brindando con botellas de chámpan, bajo coloridos y amplios paraguas.

¡Y, QUE CUMPLAS MUCHOS MAAAAAS….!

Acurrucado y por fin después de muchas horas calentito, mostraba su desnudez y con la cara tranquila por el descanso…

¡EL DESCANSO ETERNO!

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