sábado, 28 de abril de 2012

QUINCE. Cuentos de los muchachos del Rincón.










QUINCE
(CUENTOS DE LOS MUCHACHOS DEL RINCÓN)




LABOR OMNIA VICIT IMPROBUS
(Virgilio)
EL TRABAJO TENAZ  VENCIÓ







-¿Y, tú no comes?
!No Padre que hay gente chica!
¿Tus hermanos?
¿Pos claro, no?
- Anda, calla y come, que si no comes , enfermarás y eso es los único que nos faltaba y entonces sí que no podremos darle ná de comé.
-¡A la mierda Padre, esto no es vida!
- Pos es la única que hay y por ahora te guste o no,  hogaño nos está tocando sufrí y con resignación lo llevaremos porque seguro que en los contornos hay gente peó que nosotros.
-! Y también mejó!
-Pero esos no cuentan, hay que conformarse con lo que nos ha tocao. Ya verás como las cosas cambian, tienen que cambiá y por lo menos tenemos un techo donde cobijarnos e ilusiónate al ver las sonrisas de tus hermanos que siempre están contentos y alegres ajenos a tanta miseria. Consuélate con eso y toma ejemplo de tu madre, que vivió toa su vida esclavizá hasta que pasó lo que pasó.
-Pero es mu duro, Padre y¿ si alguno de ellos enferma?
-Pos será la voluntá de Dios y !hala! acuesta a los niños que mañana será otro día y reza porque las cosas no se pongan peó.

“Menos mal que los animales se cuidan casi solos: los cerditos y unas cuantas gallinas, que tienen una choza pa ellos donde duermen y ponen. Todo el día correteando en torno a la choza grande y que al atardecer había que encerrá. Alguna vez la zorra o el gato montés se han llevado alguna polla...ese es el precio que pagamos por tenerlas en libertad para que ellos se alimenten por su cuenta porque para darles de comer no hay”.

“Con estas heladas, el huerto está muerto, congelado. A ver si llega la primavera que espero podamos levantarlo con semillas y plantitas que nos regalen, aunque ya se sabe que si un pobre ayuda a otro pobre, se empobrece más todavía”.

En la choza, la humilde olla, siempre es la misma. Si había peces, "peces con too" si algún pájaro o un trozo de carne que les regalaba un vecino pues, "carne con too" y sino "olla con ná pero con too" o sea verduras del campo y lo que se apañase.
“La choza está pegá al río, es la parcela que nos tocó cuando el reparto y nos vinimos del pueblo, los vecinos viven más lejos por esta humedá que se cuela hasta el tuétano de los güesos y hace que los chaveas estén siempre con mocos y medio resfriaos.
Padre es un hombre fuerte donde los haya, pero perdió las dos piernas porcima de las rodillas al entallarlo una rueda de carro en un accidente absurdo y lo imposibilitó pa atendé a su prole.
Madre, murió haciendo lo que mejó jacen las mujeres de esta tierra: parír”.

“Padre lo lleva bien, siempre en su rústica silla de madera con ruedas; no se queja, al contrario, lo espera too de Dios y siempre tié palabras de cariño pa los pequeños y de ánimo para mí. Me dice muchas veces que estamos tan abajo y tan mal, que ya sólo nos queda la esperanza de ir subiendo poco a poco”.
-!En poco tiempo los niños crecerán y te ayudarán en las tareas y eso es un consuelo ¿no?
“Y, allí, sentado bajo el sol invernal, a la puerta de la choza espera que suba con los cacharros o la ropa que lavo en el río. Apaña la olla y con su navaja comienza a picá lo que ese día haya pa comé: unas patatas viejas, unos pimientos, unos calabacines, espárragos, algo de pan duro, lo que haiga y mientras, vigila a los pequeños.
Cuando puedo bajo a lavá las ropas de mis hermanos en un saco de arpillera, algunos muchachos del Rincón me llaman "marica" y cuando vuelvo a la choza llorando, Padre también llora pues oye las voces en la distancia, pero siempre detrás de los niños para que no se pongan tristes y si alguno lo ve, dice que es el humo que l´aentrao en los ojos”

“Llevamos tres años sin matanza por falta de "perras" pá comprá un guarro aunque ahora tenemos dos lechones. Los vecinos cuando matan alguno se lo comen de "corrío" y no conservan casi na y ¿cómo van a darnos? si no tienen ni pa ellos. Algunas veces nos caen algunas lonchas de tocino que añejamos y nos da pa muchos caldos”.
“Limpió la choza, levantó y aseó a los chiquillos con agua que subió del río antes del amanecer. Atendió y lavó a su padre impedido que le besó mil veces las manos heladas, preparó los camastros y puso el puchero a la lumbre. Y allí los dejó.

Saliendo el sol, que no le calentaba pero si le animaba, se encaminaba en busca de lo que de alimento pudiera depararle el día, una veces río arriba, otras río abajo. Cuando regresaba al mediodía siempre llevaba algo: peces, cangrejos, espárragos, romazas- siempre hay algo puesto por la mano de Dios- decía Padre.
A veces, se acercaba a la ciudad y se encontraba con el panadero montado en su carro tirado por un viejo burro y le regalaba algún mendrugo con el que hacer unas buenas sopas, unas migas o un gazpacho. No entraba en las tiendas, en los ultramarinos, parecería "un pedigüeño" y eso su pequeño orgullo no lo soportaba.

Al regreso, a llenar la olla y a la parcela a cortar leña o a intentar preparar la tierra del huertecito helado por si en la primavera podía aportarles algo.

"Cuando mejore el tiempo y pasen estos fríos hago los dieciséis y he pensao en matá una de las gallinas más vieja, que la pobre ya no pone y lo celebraremos con una buena comilona- pensaba el muchacho mientras trabajaba- siempre hay algo que jacé pa que la miseria no nos arruine y se apodere de nosotros"

"Estoy orgulloso de mis cinco hermanitos, toos machos". Son los que van más limpios de too el Rincón y nuestro chozo, dentro de su miseria, brilla como los "chorros del oro", pero hay que joerse ¡cómo tragan los chiquillos!”
"Cuando a la noche cansao, acuesto a Padre y a la "patulea", agotao lloró en mi impotente inocencia. Hundido en la desesperación a veces me dan ganas de acabar con todo, de mandar to a tomar por saco, de poner fin a mi corta historia”.
!Cúantos temores en la noche!
!Cúanta rabia ante tanta miseria! pero, cuando veo las caritas sonrosadas de los niños débilmente iluminadas por los rescoldos de la lumbre, me se pasan los malos pensamientos, doy gracias a Dios y me duermo a esperar el nuevo día.
!Y mañana, otra vez a las faenas agotadoras aunque esperanzadas!

Ojalá llegaran las lluvias y aliviaran un poco estos fríos, quieto baja el río cuanto antaño pasaba impetuoso limpiando las orillas”.
“Los he dejado a toos dormidos rayando el sol y después de la ronda por el cauce, los despertaré y a desayuná. Hoy ranas fritas y un poco de leche que anoche conseguí de un pastó en la cantina.
Cuando llego al chozo con la alegría y el alborozo de los pequeños me se quita tol frío del cuerpo. Las ranitas cazás a palos en el crepúsculo, que paecen pequeños fetitos y fritas en manteca de tocino despiden un oló que estimulan el cuerpo y el alma. Y el más chico "el Jose" las toma por una pata y con sus blanquinos dientecillos va desprendiendo la escasa carne de los huesecillos que después arroja al fuego con una concentración más propia de un adulto. La espumosa leche deja "bigotes " en su cara linda, que limpia con su lengua en un gesto que nos hace reír a todos”.

“Ahora tengo que lavarlos y bien abrigaditos, los largo al sol febrerino a continuar con sus juegos. Padre, paciente, espera a  mis-sus piernas para que lo saque al sol como los viejos lagartos y después a buscar lo que haiga, como toos los días”.

“-!Mañana soy dieciséís- era un juego que hacía Padre con los pequeños y se nombraban por la edad que tenían y así cada año, ganaban un nombre y un grado diferente; eran como galardones que regocijaban a los niños”.

A una primavera, le sucedieron algunas más y el Quince ya no era tal y los pequeños tampoco. Crecieron fuertes con la " olla con too"
Cultivaron la parcela con la tenacidad y fuerza de sus jóvenes brazos y levantaron una gran casa de piedra donde antes estuvo la choza. La cuadra, las cochiqueras y el gallinero se llenaron de animales y en el huerto nacieron abundantes los frutales y las hortalizas.
Crecían y se vendía todo lo que sobraba !qué era mucho!
Padre, inválido, lloraba enorgullecido al verlos llegar al atardecer: tan fuertes, tan sanos, tan vitales. Se sentaban a la abundante mesa y en su nueva silla metálica se acercaba al muchacho y le acariciaba la cabeza con ternura. Y con ese roce en el pelo a su hijo le decía:
!Puedes estar orgulloso... todo lo hiciste tú!


Marcial-Jesús Hueros Iglesias. 08022008


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